sábado, 7 de febrero de 2009

Bolera

Desde que llegamos, nos pusimos en contacto con Raquel, una amiga periodista que lleva varios años viviendo y trabajando en Los Ángeles. Esa noche nos llevo a la Bolera, aunque antes paramos en una de esas licorerías en las que siempre se producen atracos a punta de pistola, para comprar chicles Orbit de sangría y mojito, ¿sabíais que existían esos sabores?. Yo no tenía ni idea.

Dentro de la bolera, que eso parecía más una discoteca, con música a tope, y luces por todos los lados intentamos jugar a los bolos pero como aquí los bares los cierran a las 2 y teníamos que esperar 2 horas y eran las 24, pues no pudimos.

Ya que estábamos allí, decidimos no movernos y tomarnos una copa tranquilamente mientras nos poníamos al día. Entre tanto, una simpática chavalilla se sentó al lado nuestro a hablar un rato. Iba un poco tocada, pero al principio nos hacía gracia y nos venía bien para practicar inglés porque desde luego si se quiere aprender inglés aquí no es el lugar. Se llamaba Maria, pero no como la virgen María me decía riéndose nerviosa, y era de Armenia. La historia fue que la chavalilla no se separó de nosotros hasta un poco antes de volvernos para casa, así que a unos más que a otros nos cargó un poquitín.

A la vuelta a casa vino a buscarnos el novio de Raquel, Charlie, un tío muy majete, que nos acercó a casa en coche y mientras tanto nos aleccionó y dio toda clase de consejos posibles para dos recién llegados. Salimos ligeramente acojonados del coche, porque pecando de pardilletes, íbamos andando a los sitios cercanos y por aquí, cuanto menos te muevas a pata a ciertas horas mucho mejor.

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